martes, 25 de septiembre de 2012

Nicolás de Lekuona

Imagen y testimonio de la vanguardia



El destino de Nicolás de Lekuona (Ordizia, Guipúzcoa, 1913- Frúniz, Vizcaya, 1937) estaba escrito en una mano marcada con experiencias raramente vividas para una persona tan joven como él, que ocurrieron durante uno de los periodos quizá más fascinantes de la reciente historia española, definida por algunos como "El mejor y el peor de los tiempos", parafraseando a Charles Dickens en su Historia de dos Ciudades.


Nicolás de Lekuona, primogénito de siete hermanos, nació en el seno de una familia acomodada de talante liberal, en la atmósfera rural del pueblo vasco de Villafranca de Ordizia, a escasos 42 km de la sofisticada y cosmopolita ciudad de San Sebastián. Lekuona, de naturaleza amable, abierta y bondadosa, era un lector voraz con una enorme curiosidad por todos los aspectos que concernían los movimientos culturales de la época. Desde muy temprana edad siempre le acompañó su cuaderno de notas, costumbre que guardó durante su joven y breve vida.


Interesado por la fotografía y el dibujo desde muy joven, después de terminar sus estudios de bachillerato en su pueblo, ingresó en 1929 en la Escuela de Artes y Oficios de San Sebastián para prepararse para entrar en la Escuela de Aparejadores de Madrid. La proximidad de Francia hacía de San Sebastián un lugar privilegiado donde llegaban las noticias de las vanguardias artísticas, tales como el cubismo, el dadaísmo, el surrealismo, etc., que se expandían libremente por los círculos artísticos de la ciudad, donde se disfrutaba del espíritu innovador que iluminó los inicios de la Segunda República.


Los estudios en la Escuela le sirvieron para consolidar sus ambiciones artísticas, poniéndole en contacto directo con multitud de nuevas formas artísticas, incluyendo las enseñanzas de la afamada Escuela de la Bauhaus. Lekuona confraternizó rápidamente con otros jóvenes artistas vascos con los cuales frecuentó numerosas exposiciones, películas y conferencias que le familiarizaron con el trabajo de Picasso, Braque, y Buñuel, entre otros. Eran frecuentes las tertulias que se desarrollaban en los estudios de los artistas, estos encuentros ayudaron al joven Lekuona a entrar en contacto con ideas que influyeron esencialmente en el curso de su vida.


En 1932, antes de su salida para Madrid participó en su primera exposición colectiva en Ordizia, con José Sarriegui y otros artistas vascos.
En la obra de Lekuona, concepto y forma se muestran con gran diversidad: representaciones arquitectónicas, dibujos, pinturas, carteles, fotografías y fotomontajes, fotocalquídeas, incluso poesía, esta producción está influida por la información recibida de países como Francia, Alemania, la Unión Soviética y Argentina, por medio de publicaciones, conferencias, exposiciones y películas.
Nicolás de Lekuona se desenvuelve con soltura trabajando en múltiples disciplinas como el óleo, gouache, lápiz, tinta, fotografía, collage, etc. Su actividad se centra sobre temas de su entorno: retratos de la familia, el paisaje vasco, formas de identidad imaginarias y amorfas, y la propia naturaleza. 

Sus fotomontajes muestran un concepto elegante y singular de la técnica y ofrecen una variedad de soluciones, incorporando sus propios dibujos y fotografías con otros materiales gráficos, combinando a veces la manipulación final de la obra con temas que van desde las referencias líricas de la forma femenina hasta ambientes de trabajo y otros que aluden a la muerte.
Los tres años que pasó en Madrid en la Escuela de Aparejadores fueron testigos del incremento de su círculo de amigos, que incluía a otros jóvenes artistas vascos como Jorge Oteiza, Narciso Balenciaga, Joaquín Gurruchaga y el mencionado José Sarriegui, continuando la práctica ya iniciada en San Sebastián, pero en una mayor dimensión, dada la febril actividad cultural del Madrid de la República, donde las tertulias en estudios y cafés se multiplicaban, siendo la famosa tertulia del Pombo, liderada por el escritor Ramón Gómez de la Serna, una de las preferidas por Nicolás de Lekuona.


Una vez terminados sus estudios como aparejador en 1935, pasó a trabajar en San Sebastián con el arquitecto Florentino Morocoa, alternando esta actividad con su obra personal en el estudio de la casa familiar de Ordizia. El estallido de la Guerra Civil el 18 de Julio de 1936 destruyó su modo de vida y de trabajo. La resistencia republicana en el País Vasco cedió ante el empuje del ejército de Franco y Lekuona hubo de incorporarse a servir en el Ejército Nacional. El 11 de Junio de 1937, seis meses antes de cumplir los veinticuatro años, la vida del artista fue truncada por las bombas nacionales que cayeron por error cerca del pueblo de Frúniz, no muy lejos de las ruinas todavía humeantes de lo que fue el pueblo de Guernica. La brutalidad de la Guerra Civil arrancó de cuajo la breve pero prolífica vida de Nicolás de Lekuona.

 

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